Así es. En el amplio campo de la filosofía, no solo el estoicismo trató la amistad como objeto de análisis. Al igual que el amor, concepto abarcado por varios pensadores en el Banquete de Platón, la amistad gozó de gran popularidad en la filosofía antigua. Ahora bien, uno de los más eminentes pensadores romanos, Marco Tulio Cicerón, compuso un tratado exclusivo de ella: Sobre la amistad (también titulado Lelio)[1].
De forma resumida, Cicerón ya nos describe en nombre de Lelio la amistad desde la mirada del estoicismo. Junto con la razón, al haber nacido con otra habilidad proporcionada por la naturaleza, la sociabilidad —recordemos, el ser humano no solo es un ser racional, sino también social—, la amistad se forja a través de dos vertientes: el afecto personal o privado y la colaboración y alianza política o pública. En este caso, nos detenemos en la amistad privada.
A continuación, leeremos algunos fragmentos que definen los pilares de la amistad.
La verdadera amistad no es utilitarismo
Generalmente, cuando pienso en la amistad, me parece que lo más importante es considerar si el deseo de amistad procede de una debilidad o carencia, de forma que al dar y recibir favores, uno recibe del otro lo que no es capaz de lograr por sí mismo y a la inversa, o si siendo esta una característica de la amistad, hay otra anterior, más hermosa, ofrecida por la propia naturaleza. Efectivamente, el amor, que da su nombre a la amistad, es la causa primera por la que se traban los afectos[2]. […] En la amistad, no hay nada fingido, nada simulado, y lo que hay, sea lo que sea, es auténtico y voluntario. Por eso me parece preferible la idea de que la amistad surge de la naturaleza, antes que de una carencia.
Bien es cierto que podemos tener algunas amistades que corresponden más bien a satisfacer algunas necesidades e intereses. En la actualidad, puede considerarse aceptable. Sin embargo, ¿qué sucede cuando esa necesidad ya se encuentra cubierta? Por ello, Lelio consolida como verdadera amistad la que no se fundamenta en ningún interés particular, sino en el verdadero afecto mutuo que sienten dos o más personas.
Mantener la amistad: la virtud. Los vicios no tienen justificación
No representa ninguna excusa de un pecado el haberlo cometido por los amigos, pues, dado que es la estima de la virtud la que concilia la amistad, es difícil mantenerla si se abandona la virtud.
Este pasaje nos hace ver que, por el hecho de mantener una amistad, no debemos cometer errores o acciones contrarias a nuestro sentido de vivir. Si yo soy una persona que persigue un objetivo concreto, no debo realizar acciones opuestas a él por el mero hecho de mantener una amistad. Por el contrario, una verdadera amistad me impulsaría a perseguir mi objetivo, no me frenaría.
Elección de amistades
A la hora de elegir amigos, no hay, diríamos, señales ni marcas que permitan juzgar cuáles son aptos para la amistad. Por tanto, hay que elegir a los que sean firmes, estables y constantes: este tipo escasea mucho. […] Es prudente, en consecuencia, sujetar el ímpetu del cariño, como se sujeta un carro, […] pues igual las amistades deben implantarse una vez que se ha puesto a prueba de alguna forma el comportamiento de los amigos.
La confianza mutua forma parte de la amistad, pero esta sensación se va construyendo paulatinamente. Por ello, el hecho de sentir confianza —casi siempre excesiva— al comienzo de una relación amistosa —válida también para las amorosas— puede resultar engañoso. Aunque sintamos sumo bienestar al principio, más adelante vamos conociendo las verdaderas cualidades de la otra persona. Y, en algunos casos, esta dosis de realidad nos genera grandes sorpresas, por cierto, desagradables.
De este modo, Lelio nos aporta tres conceptos clave: firmeza, estabilidad y constancia. Hemos de percibir que la actitud de la otra persona es firme, que no cambia de la noche a la mañana, que es una persona con principios y con sus ideas bien firmes. Después de comprobar que su personalidad es única y no tiene modificaciones instantáneas, damos paso al tiempo para ponerla a prueba. Conforme la vamos conociendo, descubrimos si encajamos mutuamente.
Por último, cimientos que prevalecen en la amistad
Este último punto nos concede algunas herramientas básicas para poner en práctica los comentados antes. No obstante, tales herramientas se basan en un concepto: lealtad.
El fundamento de esta estabilidad y constancia que buscamos en la amistad es la lealtad. Nada es estable si es desleal. Además, hay que elegir a gente sencilla, común y condescendiente, es decir, a gente que se conmueva por las mismas cosas que nosotros: todo esto forma parte de la lealtad. Además, conviene elegir un carácter simple, sociable y comprensivo, esto es, que se conmueva por las mismas cosas que uno: todo esto pertenece a la lealtad. Efectivamente, no puede ser leal ni estable un carácter de múltiples caras y tortuoso, ni tampoco una persona que no se mueve por los mismos intereses ni congenia con la naturaleza de uno. […] De esta forma, cobra veracidad lo que dije al principio, que no puede haber amistad más que entre los buenos[3]. […] Hay que añadir en este punto que es conveniente una cierta amabilidad de palabra y de trato, condimento de la amistad nada pequeño.
En resumen, una persona puede tener puntos en común y otros no, en lo referente a muchos aspectos: trabajo, estudios, aficiones, opiniones sobre diferentes temas… Sin embargo, los puntos en común verdaderamente claves son los puntos relativos a una actitud virtuosa a nivel individual y a una actitud afable, amistosa y gratificante a nivel colectivo. Si tenemos un amigo que tiene muchas diferencias, pero su forma de ser nos potencia, siempre nos trata con agrado y nunca falta cuando necesitamos una conversación, dicha actitud se aproxima a la lealtad que buscamos. Bien es cierto que tener puntos en común aporta mucho, pero las similitudes en cuanto a la actitud son imprescindibles.
El tratado de Cicerón sobre la amistad es muy ameno e interesante, aunque muy difícil de exponer con detalle en un artículo. Por ello, te animo a leerlo y espero que este pequeño resumen te dé algunas pautas para forjar verdaderas amistades.
[1] Este tratado construye un discurso sobre la amistad llevado a cabo por Lelio, personaje que diserta sobre la amistad, y Fanio y Escévola, en casa de este último.
[2] En latín, ambas palabras comparten la misma base léxica: amor, amicitia (de esta última, amicus).
[3] En cuanto a la palabra «buenos», Cicerón se refiere a los practicantes de las virtudes. Dicho de otra forma, a los hombres de bien, que no actúan ni forman amistades mediante simulaciones ni engaños, sino siguiendo su naturaleza.
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