Para comenzar este asunto, seamos claros desde el principio. No nos gustan las ofensas. A nadie le es grato recibir críticas. En cambio, esquivar vituperios resulta imposible. Cualquier comentario de cualquier persona puede hacernos sentir dañados. Si acudimos a las redes sociales, aún mayor es la probabilidad de recibir unas palabras desagradables.
La ofensa no es un término irrelevante en el estoicismo. De hecho, es todo lo contrario. La ofensa ha sido un concepto muy tratado por los estoicos. ¿Por qué razón? En otros artículos he mencionado ya el tratado Sobre la ira de Séneca. Es un texto muy completo, ya que Séneca refleja en él la crueldad que causa la ira, tomando como ejemplo al emperador Calígula[1]. Pero en este caso, doy relevancia a esta obra porque describe de dónde surge la ira. Precisamente, la ira es un sentimiento que surge de un ultraje u ofensa (en latín iniuria).
El peligro de la ofensa
Séneca describió las tres fases que se producen en un ataque de ira. En primer lugar, recibimos unos impulsos inmediatos que no podemos evitar al pertenecer a nuestra condición humana. En otros términos, corresponde a las emociones que asociamos a nuestro cerebro límbico. En la segunda fase, nuestra emoción se impone a nuestra razón y formulamos falsos juicios. Al recibir una ofensa, consideramos justo vengarnos. En esta fase se produce lo que Séneca denomina «asentimiento». De este modo, se inicia la tercera fase, en la cual intervenimos irritados para satisfacer ese deseo vengativo.
Hoy en día, podemos asociar un ataque de ira a un simple enfado. Sin embargo, ¿somos conscientes de cada palabra que decimos cuando nos sentimos irritados? Y decir cosas de las que nos arrepentimos después es de las consecuencias menos graves. Muchas acciones violentas surgen de estos ataques de ira. Por ello, en Sobre la ira Séneca consolida que la ira ha causado incluso «la destrucción de naciones».
¿Qué hacer cuando nos sentimos ofendidos?
Marco Aurelio nos dice lo siguiente:
Cuando otros te vituperaran o te odiaran o manifestaran contra ti sentimientos hostiles, entra a sus almas, ahóndalas y observa quiénes son. Verás que no es menester afligirte por lo que ellos piensan de ti.
Son palabras muy importantes del emperador porque, cuando analizamos este proceso de ser ultrajados, «racionalizamos» dicho proceso. Es decir, hacemos que nuestra razón o conciencia se imponga a nuestras emociones, por lo que regulamos su impulso en nuestras reacciones automáticas. De esta manera, observa en primer lugar de quién viene la crítica que recibes. ¿Conoces a esa persona? Si no la conoces, ¿la quieres conocer? Si la respuesta es negativa, ¿de qué sirve sentir menosprecio? Si la quieres conocer, su opinión ya es un camino para dicho proceso de conocerse. En cambio, si conoces a la persona que te ofende, evalúa tanto la ofensa que recibes como a la persona que la produce.
A la hora de realizar esta evaluación, preguntémonos dos cosas:
1. ¿Por qué hemos recibido la ofensa?
2. ¿Cuál es la intención de la persona que nos ha ofendido?
Ambas concuerdan con lo que Epicteto sostiene sobre las ofensas. Para él, una crítica tiene una doble interpretación: que sea cierta o no. Si es cierta, agradezcamos la crítica recibida, ya que nos anima a aceptar un defecto nuestro y, en caso de ser posible, corregirlo. Si no es cierta, debemos reírnos porque tal crítica es absurda. Si recibimos una ofensa de alguien que no nos conoce y, además, tal crítica no es real, ¿de qué sirve sentirse ofendido? ¿De qué sirve responder a esa persona, si lo que más nos causará es perder el tiempo? En último lugar, incluso podemos plantear estas mismas preguntas a la persona que nos ofende. Séneca recibió muchas críticas cuando pisaba el palacio imperial:
¡Dices unas cosas y haces otras! ¡Así sois todos los filósofos!
Así respondió Séneca[2]:
Cuando hablo en mis escritos sobre los defectos y los vicios, analizo sobre todo los míos. En mis textos no describo cómo soy, sino cómo debo ser y cómo debemos ser todos. En mis textos describo el hombre ideal, el hombre sabio, el hombre que es inmune a cualquier adversidad y vicio que perjudica el alma. Sin embargo, mientras yo soy cada día un poco mejor que el día anterior, vosotros dedicáis las horas de vuestra vida a criticar sin fundamento, porque sentís envidia. ¿Cuántas críticas ha recibido Platón? ¿Cuántas Sócrates? ¿Cuántas Zenón? Y no solo por ser filósofos, sino por defectos físicos de los que no tenemos culpa. ¿Cojera, asma, nariz puntiaguda? Cuánto tiempo perdéis por burlaros de defectos superfluos. ¡Cuán miserable es quien ultrajando a otros ultraja su propia vida!
En conclusión, sobre las ofensas debemos tomar nota de tres puntos concretos:
1. Recuerda que todas las personas tienen el derecho de opinar. Nosotros no tenemos el control de palabras ajenas.
2. Evalúa por qué recibes esa crítica y de quién la recibes.
3. Recuerda que es molesto ser ofendido, pero es deshonesto ofender.
[1] Para quien le resulte interesante, le recomiendo leer a Suetonio. Su obra titulada La vida de los doce Césares, contiene una parte correspondiente a Calígula. En ella describe todas sus acciones salvajes, especialmente sus torturas y castigos.
[2] Resumo con mis palabras el contenido del tratado Sobre la vida feliz.
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