¿Ofrecen los estoicos algunas soluciones contra cualquier adicción? Puesto que ahora no hablamos de ninguna «manía», sino de una adicción, interpretamos enfrentarnos a un problema de mayor nombre. Ahora bien, en cuanto a lo que nosotros entendemos como adicción, los estoicos utilizan con mucha frecuencia el término vicio. Al igual que ponen los vicios en el punto de mira, también enumeran algunas soluciones.
Además, hemos de tener muy claro que los vicios, para los estoicos, guardan relación con las indiferencias que vimos en el anterior artículo. Los vicios corresponden a indiferencias que alcanzan un nivel desenfrenado, un nivel en el que nuestra mente ya no dispone de la fuerza necesaria para combatir contra su dominio. Sin embargo, tenemos algunas opciones a pesar de que nuestras adicciones nos sucumban. Estructuraremos dicho proceso en tres pasos.
Reconocimiento y aceptación de las adicciones/vicios.
Sin identificar nuestros vicios no podemos ponerles freno. Por ello, el primer paso consiste en identificarlos uno por uno. Ninguna culpa, ningún menosprecio a nosotros mismos. Solamente identificarlos con sinceridad. Cuando Séneca escribió el tratado Sobre la vida feliz, alude a varios personajes desconocidos que solían criticarlo duramente porque en sus textos se ponía el rol de filósofo, pero en sus acciones no lo demostraba. Nuestro maestro tenía respuestas a estas palabras:
Pronto contribuiré a los improperios y me echaré en cara más cosas de las que pensáis, por ahora os respondo esto: no soy sabio y, para fomentar vuestra malevolencia, tampoco lo seré. Así pues, exigid de mí no que sea parecido a los perfectos, sino mejor que los malos: para mí es bastante mermar cada día un poco de mis vicios y reprocharme mis errores.
Cada día Séneca identificaba sus vicios y alababa de qué forma los minimizaba uno a uno.
Menos es más: el verdadero placer.
Precisamente, los vicios o adicciones se corresponden con una de las pasiones que están descritas en otro de nuestros artículos. En este caso, es el deseo. Cuando caemos en vicios y adicciones se debe al placer que nos hacen sentir. Y, como buenos estoicos y personas con cordura, sabemos muy bien que los placeres al principio son eufóricos, pero luego pueden llegar a ser destructivos. Nos esclavizan, anulan nuestro raciocinio y nos sucumben en un pozo del que nos resulta difícil salir.
Sin embargo, ¿por qué deseamos tanto? ¿Existe alguna razón con fundamento que justifique esos deseos? O, dicho de otra manera, ¿todos nuestros deseos pueden llegar a considerarse de verdad naturales?
No considero el estoicismo un pensamiento minimalista. Más bien, el estoicismo es un pensamiento de autosuficiencia. El ser humano necesita lo suficiente no solo para vivir, sino también para vivir dignamente. En cambio, nuestra insuficiencia nos dirige a un torbellino de deseos casi irrefrenables.
Por esta razón, así como dice Séneca, para disfrutar del verdadero placer no debemos aumentar los placeres, sino reducir los deseos. Menos es más:
Sobre nuestros deseos desordenados, que se pueden aplazar, que se pueden moderar y extinguir, te recordaré solo esto: se trata de un placer natural no necesario. A este placer nada le debes; si gastas algo en él, lo haces voluntariamente. El vientre no escucha consejos, sino que pide y reclama. Pero no es un acreedor importuno; se le despacha con poco, con tal de que le des lo que debas, no lo que puedas.
Cuidarnos a nosotros mismos.
Así es. Caemos en vicios y adicciones de forma voluntaria. Incluso tendemos a decirnos que no podemos evitarlo, cuando es posible que sí, pero no queremos en realidad. Por eso, es voluntario. Y no solo cometemos errores como gastar dinero, sino que incluso cometemos uno mayor: dañar nuestra salud.
Resulta curioso, además, que solemos inculcar a otras personas que eviten algunos vicios comunes y, sin embargo, no nos lo decimos a nosotros mismos. El muy célebre psicólogo Jordan Peterson, en su libro 12 reglas para vivir, lo comenta:
Imagínate que prescriben un fármaco a cien personas. Pues esto es lo que pasa después. Una tercera parte ni siquiera llevará la receta a la farmacia. Otra tercera parte sí lo hará, pero no se tomará la medicina como se le indica. Se saltarán las dosis, dejarán de tomarla antes de tiempo o puede que ni siquiera empiecen a hacerlo […] ¿Qué les pasa? ¿No quieren curarse? […] Pero —y esto es lo más sorprendente— imagina que no eres tú la persona enferma. Es tu perro, así que tienes que llevarlo al veterinario. Este te da una receta, y ¿qué ocurre entonces? Si te importara tan poco tu mascota que no te preocupases lo más mínimo por la receta inadecuada, insuficiente o llena de errores que quizá te ha dado, ni siquiera la habrías llevado al veterinario, para empezar. De modo que sí te importa, y tus acciones lo demuestran. De hecho, te importa incluso más que tú mismo. A las personas se les suele dar mejor gestionar las recetas médicas de sus mascotas que las suyas propias.
Y así es. Nos preocupamos tanto por los hábitos de los demás que nos olvidamos por completo de nuestras adicciones y, al mismo tiempo que este olvido crece, también nuestros propios vicios ganan terreno en nuestra vida.
Por esta razón, a partir de ahora, identificaremos nuestros vicios, los reduciremos uno a uno y basaremos nuestras acciones en nuestra salud y bienestar. Porque somos importantes para nosotros mismos.
Muy buen trabajo mis más sinceras felicitaciones.
Muchas gracias!