«Cuando me despierto, desenchufo mi móvil del cargador y miro las redes sociales. Leo todos mis mensajes de WhatsApp, veo las imágenes y vídeos que me han pasado. Me lavo la cara. Mientras desayuno, enciendo la televisión y veo esa serie que siempre transmiten en la misma cadena. No me sé los nombres de los personajes, pero la veo y me río un poco. Acabo el desayuno, hago la cama y voy a trabajar. Vuelvo del trabajo y duermo una siesta de una hora más o menos. Después, enciendo de nuevo el televisor para ver el partido. O bajo al bar de mi calle a verlo mientras bebo una cerveza. Cuando es la hora, ceno y me echo a dormir. Así todos los días, salvo alguno que me apetece hacer algo distinto. Empezar un libro, llamar a un amigo, ponerme las deportivas y salir a correr… Pero eso son momentos puntuales. Lo demás es igual».
En efecto, los hombres no saben lo que quieren, sino en el preciso momento en que lo quieren; para nadie el querer o el no querer está decidido absolutamente. Nuestra opinión cambia diariamente y se muda en la contraria, y la mayor parte de los hombres pasa la vida en este juego.
Así define Séneca nuestra vida. El problema no está en vivir mediante una rutina. El problema es que esa rutina no responde a ninguna inquietud ni ambición. Simplemente, dejamos que la vida pase, que los días empiecen y acaben haciendo las cosas que tenemos que hacer. No sabemos por qué las hacemos, pero las hacemos. En pocas palabras, vivimos con el piloto automático. ¿Qué hacemos al respecto?
Séneca dice en la misma carta que la sabiduría consiste en «querer y no querer siempre las mismas cosas; sin necesidad de añadir la pequeña reserva de que sea honesto lo que deseas, ya que a nadie le puede agradar siempre lo mismo si no es honesto».
De acuerdo con nuestra naturaleza, es decir, con las virtudes, los estoicos vivimos con el propósito de crecer, de mejorar, de esforzarnos para enfrentarnos a las dificultades de la vida y alcanzar cada día un nivel más en nuestras metas. Dicho de otro modo, los estoicos hemos de actuar conforme a las virtudes y conforme a nuestros proyectos vitales.
Por esta razón, el primer paso consiste en proponernos proyectos. ¿Cuál es mi misión? ¿Qué deseo ver en mí? ¿En qué me quiero convertir? ¿Qué es necesario añadir/quitar de mi vida para conseguir lo que quiero? Con estas preguntas, desactivamos nuestro piloto automático. Nuestra conciencia toma el timón del barco y, por muy desfavorables que sean los vientos, ella sabrá maniobrar para dirigirnos con seguridad al puerto que queremos.
Una vez que nos planteemos estas cuestiones, debemos hacer lo que nos indica Séneca:
«Que tus pensamientos se dirijan, pues, a este objetivo, esto debes atender, esto desear, dispuesto a entregar todos los restantes anhelos en manos de la divinidad, a fin de estar contento contigo mismo y con los bienes que nacen de ti».
Es decir, construir el camino.
El camino de nuestra vida no es un camino común. Desactivar nuestro piloto automático no consiste en hacer las cosas que hacen los demás porque les ha ido bien:
«El camino más usual y más frecuentado es el que más engaña. Nada hay, por tanto, que procurar más que no seguir, al modo de ganado, el rebaño de los que nos preceden, encaminándonos no a donde hay que ir, sino a donde la gente va».
Construir tu camino no es seguir huellas ajenas. Bien es distinto que recorras ese camino no porque los demás lo hagan, sino porque sientes qué también es tu camino. No dudo que tener compañeros de viaje sea muy gratificante. La cuestión es seguir los pasos que tú sientes como propios. Forjar el camino que te dirige hacia tu proyecto vital. Así como nos ordena Séneca:
«Insiste en la obra comenzada y quizá te eleves o a la cumbre o a aquella altura que solo tú sabes que no es todavía la cumbre».
Como dice nuestro maestro, solo tú sabes dónde está la cumbre de tu sendero. Una herramienta muy útil es la agenda. No solo sirve para anotarnos recordatorios puntuales. La agenda sirve sobre todo para anotarnos el camino que vamos a realizar. Día a día. Hora a hora. Por ello, una vez solucionadas tus preguntas vitales, anota en la agenda todo lo que harás de acuerdo con tus proyectos. Así, despierta cada día y, antes que mirar el móvil o la televisión, mira la agenda. Cumple el camino.
Ten por seguro que el camino consta de muchas desviaciones y unas veces tomarás unas y en otras tomarás rutas distintas. A veces serán atajos, otras serán caminos muy extensos. Porque en la construcción del camino descubrimos nuevos. Lo fundamental es que en estos desvíos sigamos nosotros en el timón y no nuestro piloto automático.
Me gustó mucho empezar mi día con tan sabio blog.
Gracias.
Muchas gracias Cristy 😄