Si alguien nos pidiera que mencionáramos algún suceso o época histórica que la humanidad vivió con preocupaciones, inquietudes, peligros y mucho miedo, estoy seguro de que daríamos una o dos respuestas. Sin embargo, no es lo mismo conocer etapas históricas difíciles que vivirlas y es posible que ahora mismo, siglo XXI, año 2021, estemos viviendo una.
Recordamos el atentado de las Torres Gemelas sucedido en el 2001, comenzamos en torno al año 2008 una crisis económica, la pandemia en el 2020 y, ahora, la erupción del volcán de La Palma. Estas vivencias de índole trágica generan inquietudes en nuestro estado mental y nos conducen a replantearnos la visión de muchas cosas: la vida, la raza humana, la buena y la mala suerte, nuestra propia identidad… No obstante, todas ellas, en mi opinión, pueden clasificarse en dos causas: la naturaleza y el ser humano.
Toda catástrofe tiene lugar o bien por la propia naturaleza, como la erupción de volcanes, terremotos, tornados, tsunamis, incluso enfermedades…, o bien por el ser humano, como atentados, delitos de odio, guerras, avaricia económica… Ante estas adversidades, el estoicismo cobra protagonismo.
Al margen de otros aspectos como el crecimiento personal y el cultivo de las virtudes, el estoicismo posee otro elemento esencial que nos ayuda a entrar en razón: su componente realista. Los estoicos, además de la ética, también dominaron la física y la lógica y, con estas tres disciplinas conjuntas, conocían muy bien cómo estaba construido el mundo y lo que habitaba en él. Por esta razón, vamos a analizar brevemente qué decían los estoicos para hacernos entrar en razón en tiempos de oscuridad.
La fuerza de la naturaleza
Séneca escribió su Consolación a Polibio a fin de confortarlo por la muerte de su hermano. En el comienzo de este tratado —reconstruido por estudiosos, ya que goza de lagunas—, Séneca dice lo siguiente:
«Las ciudades y monumentos erigidos en piedra, si» los comparas con nuestra «vida», son perdurables, pero si los reduces a la condición de la naturaleza, que todo lo destruye y lo hace regresar al mismo lugar de donde lo engendró, son perecederos. En efecto, ¿qué cosa inmortal han hecho unas manos mortales? Las célebres siete maravillas y otras mucho más admirables que ha levantado la ambición de los años posteriores, algún día las irán a ver arrasadas. Así es: nada es eterno y pocas cosas duraderas, cada una es frágil a su manera, sus finales varían. Por lo demás, todo lo que ha empezado acabará también.
Este comienzo me eriza la piel puesto que Séneca nos hace recordar, al lado de la naturaleza, cuán frágiles somos. Si bien el ser humano ha producido grandes avances en su historia, nunca hemos de olvidar nuestra esencia como ser mortal que se encuentra por debajo de la fuerza de la naturaleza. Cuando observamos situaciones que distan mucho de donde estamos ubicados —por ejemplo, una catástrofe al otro lado del planeta—, consideramos que ese tipo de sucesos son lejanos. Pero esta lejanía que percibimos erróneamente, valga la redundancia, está muy lejos de la realidad. Cualquier cosa puede suceder en cualquier momento. Hay un porcentaje de probabilidad, pero nunca debemos descartar nada. Ante la naturaleza, somos frágiles y dicha fragilidad nos conduce a la humildad y a la igualdad.
¿Quién hay de una soberbia tan arrogante y desmedida que, ante esta ley inexorable de la naturaleza que hace regresar todo a una misma conclusión, quiera salvarse él solo y los suyos y sustraer una casa a la ruina que pende incluso sobre el mundo mismo? […] Parece que la naturaleza hizo común lo que había hecho más frágil para que la igualdad nos consolase de la crueldad del destino.
¿Y qué sucede con el ser humano?
Otra raíz de no pocos males se ubica en el ser humano. Al mismo tiempo que ha originado maravillas, ha causado miserias. Al mismo tiempo que ha contribuido al progreso, ha repercutido en la involución. El ser humano tiene esa doble cara. Ante esta «dualidad humana», suelo acudir a algunas cartas de Séneca porque resuelven cuestiones relativas a este contexto:
Del hombre viene cada día al hombre el peligro. Contra este mal precávete, examínalo con ojos atentos; no existe ningún otro más frecuente, ninguno más obstinado, ninguno más seductor.
Parecen indicaciones en cierto grado misántropas. Sin embargo, no acaba aquí. En cuanto a la crueldad humana, Séneca continúa:
Vale la pena, para encontrar una persona agradecida, conocer por experiencia también a los ingratos. Nadie posee una intuición tan certera al otorgar beneficios que no se equivoque con frecuencia. […] Piensa en el peligro que proviene del hombre, de forma que pienses cuál es tu deber de hombre; a uno obsérvalo para no sufrir daño de él; a otro para no causarlo tú. Alégrate de los bienes de otros, conmuévete en sus desgracias y recuerda qué cosas debes realizar y qué cosas evitar.
Como vemos, Séneca nos aconseja que seamos realistas y seamos conscientes de lo que podemos encontrar. Existe maldad, existe crueldad y, a causa de su existencia, tenemos que aprender qué realizar y qué evitar. Si detestamos acciones de agresión, de opresión, de desprecio y de odio, dime: ¿crees que la forma de luchar contra el odio ha de basarse en el odio? En ese caso, realizaríamos lo que deseamos evitar.
Conclusiones
La vida es la vida: llena de experiencias resplandecientes y de lugares oscuros. En muchas ocasiones nos encantaría vivir en armonía, sin disturbios. Pero no es así. El mundo real consta también de tinieblas. Nuestro mismo filósofo decía que vivir es asunto de soldados. Por ello, conocer la realidad tal cual es, nos permite prepararnos para enfrentarnos a lo más terrible con honor y coraje, porque viviendo de esta manera, ¿qué obtendrás? No ya que no te hagan daño, sino que no te engañen.
Anticipémonos mentalmente no solo a cuantos accidentes suceden con frecuencia, sino a cuantos en el mayor número puedan suceder, si no queremos vernos abatidos y quedar atónitos ante tales acontecimientos como si fueran excepcionales. Es necesario sopesar la fortuna en todos sus aspectos (palabras de Séneca en una carta sobre el incendio de Lyón en el 64).
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