Precisamente esta semana se aprobó la Ley de Eutanasia en España, la cual entrará en vigor en tres meses. La eutanasia: otro concepto sobre el que han tenido lugar debates con muchos argumentos a favor y en contra.
Ya tenemos artículos en los que hablamos sobre el miedo a la muerte y sobre el suicidio en el pensamiento del estoicismo. Sin embargo, en este caso hablamos de la eutanasia. No es que los estoicos poseyeran un término con el significado exclusivo que nosotros conocemos. Sin embargo, sí manifiestan nociones similares en cuanto al concepto de muerte como un «proceso de liberación».
«Medita sobre la muerte». Quien esto dice, nos exhorta a que meditemos sobre la libertad. Quien aprendió a morir, se olvidó de ser esclavo; se sitúa por encima o, al menos, fuera de toda sujeción. ¿Qué le importan la cárcel, la guardia, los cerrojos? Tiene abierta la puerta. Una sola es la cadena que nos mantiene sujetos: el amor a la vida; este sentimiento, aunque no lo debamos rechazar, hay que reducirlo de tal manera que, si alguna vez las circunstancias lo exigieren, nada nos detenga ni nos impida que estemos preparados a realizar al instante lo que algún día es preciso que realicemos. Séneca
Asimismo, lo mantenía el pensador Michel de Montaigne: «La premeditación de la muerte es la premeditación de la libertad». E incluso, en ocasiones y de forma un tanto atrevida, María Zambrano llamaba al estoicismo como la «filosofía del suicidio». Son temas muy delicados, aunque se pueden comprender con un análisis cuidadoso.
Como en los artículos que he mencionado arriba, los estoicos animaban a no temer a la muerte ni tampoco al suicidio. Pero no consistía en una filosofía que incitara a ello. Para los estoicos, morir supone un proceso de liberación porque las mayores ataduras existentes en el mundo tienen lugar en este camino que llamamos vida. La vida no es que sea buena o mala. La vida consta de placeres y sufrimientos necesarios de experimentar. Los placeres nos permiten disfrutar, mientras que los sufrimientos nos permiten fortalecernos y aprender. Al vivir ambos lados, conocemos las dos caras de la realidad.
Por esta razón, Séneca nos comenta que no debemos rechazar el amor a la vida, sino reducirlo de forma que nos marchemos de ella cuando ya las circunstancias lo exijan. Si lo único que me queda por vivir es sufrimiento y agonía, ¿para qué seguir con vida?
Hemos de aparejarnos para la muerte antes que para la vida. La vida está harto provista, pero nosotros estamos siempre con ansias de abastecerla: nos parece y siempre nos parecerá que nos falta algo. Que hayamos vivido siempre lo suficiente no lo consiguen ni los años ni los días, sino el alma. He vivido, queridísimo Lucilio, todo el tiempo que era suficiente. Satisfecho, aguardo la muerte. Séneca.
Estas palabras dirigió Séneca a Lucilio, junto con otras, a sabiendas de que llegaba su final. Lo asumía y, de hecho, lo aceptaba con ánimo. Esa pregunta se formulaba constantemente: ¿para qué seguir viviendo?
Esto mismo, piénsalo, nos sucede a nosotros: a unos la vida con gran velocidad les condujo al punto al que habían de llegar, aunque su marcha hubiera sido lenta; a otros los debilitó y torturó. Mas la vida, como sabes, no debe conservarse por encima de todo, ya que no es un bien el vivir, sino el vivir con rectitud. En consecuencia, el sabio vivirá mientras deba, no mientras pueda. Piensa siempre en la calidad de vida, no en su duración. Si le sobrevienen muchas contrariedades que perturban su tranquilidad, abandona su puesto. Morir más pronto o más tarde no es la cuestión; morir bien o mal, esa es la cuestión. Morir bien supone evitar el riesgo de vivir mal. Séneca.
Morir bien. Ese es el significado de la eutanasia, tal como indica su significado etimológico del griego: eu “bien, bueno” y thanasía “muerte”. Una ley que, estemos a favor o en contra, como dicen nuestros maestros, supone una liberación para el individuo.
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