El ideal político de Séneca consistía en una combinación del sistema monárquico y las tradiciones republicanas. Él mismo era consciente de la realidad que vivía en el momento, por lo que no debía de construir grandes ilusiones sobre su principio de una monarquía ideal. Asimismo, sabía de antemano que su conexión con el emperador se apagaría pronto.
Al plantearnos esto, resulta razonable que nos preguntemos de nuevo si, al prever la imposibilidad de que su reforma tuviera éxito, Séneca llevó a cabo tal actividad política por intereses exclusivamente personales ―bienes, reputación, fama…― o existió en él alguna razón para formar parte del gobierno de Nerón.
En primer lugar, no hablaríamos de un fracaso político si la actividad de Séneca hubiera dependido de sus intereses personales. Obtuvo riquezas y fama. En segundo lugar, el papel de Séneca como instructor de Nerón fue poco relevante: él se hallaba en un lado, Agripina en el otro. Sabemos que Agripina detestaba a los filósofos y Séneca se limitaba a consentir en llegar a ser lo que Agripina deseaba que fuera. Entonces, ¿qué hace Séneca?
Séneca cumple con dos razones propias del estoicismo: asumir el destino y desarrollar una vida activa, especialmente de interés político tal como también afirmaban los maestros Zenón, Cleantes y Crisipo. Por último, estos aspectos mencionados cobran sentido solamente si los relacionamos con el retiro y la muerte de Séneca. Como hemos dicho, Séneca gozó de grandes riquezas y su papel como preceptor de Nerón apenas surtió efecto, aunque se reconocen algunos casos en los que parece observarse la huella del filósofo en el emperador[1]. En el caso de que Séneca quisiera gozar de bienes y de fama sin importarle su actividad política, o bien no habría solicitado el retiro o bien habría planificado cualquier estrategia para evitar su muerte.
También nos atrae pensar, aunque sea de forma algo exagerada, que Séneca aceptaba jubilarse o no le importaba morir al haber poseído ya riquezas y buena reputación. En cambio, ¿por qué cultivó la filosofía y compuso obras de índole filosófica relacionadas especialmente con su experiencia? Estas cuestiones pueden ayudarnos a deducir que Séneca, fiel a su doctrina estoica, deseaba ejercer su actividad política con la intención de realizar un cambio. Sin embargo, durante el trascurso de los años él mismo se daba cuenta de que su destino le conduciría al fracaso: circunstancias presentes como Agripina, la muerte de Burro y el descontrol de Nerón harían imposible formar al buen gobernante. Así, cabe pensar que Séneca compuso sus obras con carácter «autobiográfico» y pedagógico destacando los errores más graves del ser humano y los aspectos fundamentales de la filosofía para alcanzar la virtud, todo ello vivido por él mismo.
Séneca compuso un corpus filosófico esencial, pragmático y moralizante sin especulaciones. Desde el punto de vista empírico, todas las acusaciones de hipocresía que recibió durante su vida no son fáciles de precisar, puesto que no sabemos con suma certeza cuáles eran las intenciones exactas de Séneca en relación con tales cometidos. No obstante, poseemos una bellísima obra que Séneca compuso, en la cual determinados pasajes contribuyen a reflexionar sobre la vida del filósofo y, en el fondo, sobre la vida de cualquier persona. Hablamos de su breve tratado Sobre la vida feliz:
Tal vez alguno de esos que ladran contra la filosofía diga lo que suelen decir: «¿por qué razón hablas tú con más energía que vives?». Aunque pronto contribuiré a los improperios y me echaré en cara más cosas de las que piensas, por ahora te respondo a esto: no soy sabio y, para fomentar tu malevolencia, tampoco lo seré. Así pues, exige de mí no que sea parecido a los perfectos, sino mejor que los malos: para mí es bastante mermar cada día un poco de mis vicios y reprocharme mis errores. «Hablas ―dices― de una manera, vives de otra.» Esto, las cabezas más perversas y enemigas de los mejores le echaron en cara a Platón, en cara a Epicuro, en cara a Zenón; pues todos estos intelectuales decían no de qué modo vivían ellos, sino de qué modo habría que vivir. Hablo de la virtud, no de mí, y cuando muevo alboroto contra los vicios, lo muevo sobre todo contra los míos: cuando pueda, viviré como conviene. Y esa malignidad impregnada en abundancia de veneno no me ahuyentará de los mejores; ni siquiera esa ponzoña con que rociáis a los otros, con que os matáis, me impedirá seguir alabando la vida, no la que llevo, sino la que sé que hay que llevar, y venerar la virtud y seguirla arrastrándome desde una enorme distancia.
Discutís sobre la vida del uno, sobre la muerte del otro, y ladráis al nombre de los varones grandes por algún mérito extraordinario, tal como perros minúsculos al paso de personas desconocidas. Os conviene, pues, pensar que nadie parezca bueno, como si la virtud ajena fuera un reproche a vuestras fechorías. Envidiosos, comparáis lo resplandeciente con vuestra ruindad y no comprendéis con cuánto perjuicio vuestro os atrevéis a hacerlo. Decís que nadie practica lo que predica ni vive al tenor de sus palabras: ¿qué tiene de extraño, dado que hablan de conductas enérgicas, magníficas, que escapan a todas las turbulencias del hombre?
Séneca mostraba en todos sus tratados los preceptos estoicos a raíz de sus errores propios y de errores ajenos. Si Séneca fue hipócrita, todos somos hipócritas. ¿Cómo somos? ¿Hipócritas o humanos? Los humanos erramos porque, como señalaban los estoicos, nacemos con el alma tierna y nuestro entorno la moldea con malas costumbres. Por ello, estamos destinados a cometer errores salvo que la filosofía cure nuestro espíritu. Y la filosofía estoica es la filosofía curativa, la filosofía que purga nuestra esencia humana. Séneca no escribía los preceptos estoicos porque él fuese sabio. Las escribía porque también las practicaba con el fin de imitar al hombre sabio.
El hombre sabio es una figura idealizada en el estoicismo, una figura de ser humano muy difícil de alcanzar. Incluso casi podría considerarse imposible de alcanzar. Para Séneca existieron poquísimos hombres sabios. Quizás solo fueron para él Sócrates y Catón de Útica, por ejemplo. En cambio, ante esta imposibilidad, es nuestra decisión abrir paso a nuestro periodo curativo o bien tirar la toalla considerando vano cualquier esfuerzo.
Tal vez cultivar esta filosofía fuese otra indiferencia. Tenemos dos opciones:
1) Cultivar la filosofía, crecer cada día y alimentar nuestra esencia humana. Ser cada vez más fuertes contra los vicios, más resistentes contra las adversidades y estar al servicio del bien los demás.
2) Dedicar el tiempo de cultivo espiritual en destruirnos con las malas costumbres, en dejar que lo externo pervierta nuestra alma y en vivir cada día sin tener claro cuál es el puerto al que se dirige nuestro rumbo vital.
Con estas controversias que hemos leído, comprobamos que Séneca decidió la primera opción. Yo mismo eché las cartas sobre la mesa y elegí la primera. Cada día que vivo cometo mis errores, los acepto y me comprometo a corregirlos, de forma que sienta cómo mi alma se encuentra más curada cada día.
Ser estoico no es ser sabio. Ser estoico es perseguir esa figura.
[1] Los cinco primeros años del gobierno de Nerón fueron prósperos de acuerdo con la maestría del filósofo. Esta época se conoce como quinquenium Neronis o «quinquenio de Nerón».
Artículo escrito por Daniel Arenas.
PD: Este artículo pertenece a una serie de 5 artículos relacionados con las contradicciones de Séneca. Aquí te dejamos enlazados los demás. Esperamos que te gusten.
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