Introducción
Estamos dispuestos y dispuestas a conocer la verdad. Con la verdad, actuaremos conforme a la naturaleza, de suerte que no causemos ningún daño injustificado y usemos todos los bienes según su definición: comunes o propios. Asimismo, intervendremos siempre que alguien resulte injuriado de manera injusta. Gracias a la prudentia, descubrimos que nuestra naturaleza persigue una ayuda mutua. Sin embargo, ¿qué haremos si algo no va bien o se imponen obstáculos que impidan nuestras acciones? Aquí interviene la tercera virtud: la fortaleza.
¿No es cierto que la fortaleza es deseable? Pues bien, ella menosprecia y desafía los peligros; su parte más hermosa y admirable es esta: no retroceder ante el fuego, enfrentarse a las heridas, en ocasiones ni siquiera esquivar los dardos, sino recibirlos con el pecho. Si la fortaleza es deseable, también es deseable soportar los tormentos con paciencia, pues esto forma parte de la fortaleza.
Séneca parece decirnos en este fragmento que la fortaleza requiere sufrir tormentos y sacrificios y que, si la virtud es deseable, también lo es su contexto. En verdad no es del todo cierto. Justo después aclara su definición:
Sin embargo, divide estos términos, así como dije, y nada te inducirá al error. No es deseable soportar tormentos, sino que es deseable soportarlos con fortaleza. Esto es lo que deseo: «con fortaleza», lo cual corresponde a la virtud.
En realidad, Séneca forma un círculo en su explicación: lo más bello de la fortaleza es menospreciar los miedos y peligros y enfrentarnos a las adversidades; ahora bien, nosotros no deseamos soportar infortunios, sino que deseamos soportarlos con fortaleza. Dicho de otra manera, la fortaleza es la virtud que nos ayuda a enfrentarnos a las adversidades y, para cultivarla, es necesario enfrentarse a adversidades.
La fortitudo o fortaleza
En su libro Sobre los deberes, Cicerón alaba a personajes de renombre precisamente por su grandeza de ánimo o, dicho de otra manera, su fortaleza. Ahora bien, Cicerón indica lo siguiente:
Pero esta grandeza de alma, que se manifiesta en los peligros y en los trabajos, si se presenta desprovista de justicia y no lucha por el bien común, sino por intereses particulares, es viciosa. Bien definen, por tanto, los estoicos la fortaleza al decir que es la virtud que lucha por la equidad. Queremos, pues, que las personas fuertes y magnánimas sean a su vez buenas y sinceras, amigos de verdad, sin engaño ni falsedad, virtudes que forman el principal ornamento de la justicia.
Cicerón y Séneca plantean una visión semejante de la fortaleza, ya que ambos coinciden en que ella se manifiesta en momentos duros cargados de peligro y de trabajo. Ahora bien, Cicerón añade una cosa más: la superación de estos momentos ha de ir acompañado por un hecho ineludible: esta fortaleza debe velar por el bien común.
Pongamos un ejemplo. Tengo un amigo cuyo padre falleció por cáncer de pulmón. Este amigo no solo se enfrentó a esta adversidad, sino que, además, se hizo socio de la Asociación Española Contra el Cáncer. Otro ejemplo: un hombre atraca a una persona mayor. Aun siendo conscientes de que ese hombre puede dañarnos con un cuchillo o navaja, nuestra fortaleza junto con nuestra justicia nos hace intervenir y enfrentarnos a ese individuo.
Esta distinción entre la «fortaleza viciosa» y la «fortaleza juiciosa» resulta notoria porque, de acuerdo con Cicerón, ambas cumplen un mismo proceso, pero la fortaleza viciosa desemboca en audacia y soberbia, mientras que la fortaleza juiciosa siempre interviene con la honestidad por delante:
Cuanto más elevado es el ánimo de uno, con tanta mayor facilidad se ve impulsado por el afán de la gloria a cometer injusticias. Es un tema delicado, ya que apenas se puede encontrar a quien no desee la gloria como recompensa de sus gestas tras haber asumido trabajos y afrontado peligros. Sin embargo, el alma verdaderamente fuerte y grande se reconoce por dos cualidades: el desprecio de las cosas externas y el desarrollo de obras grandes y útiles, pero también difíciles y llenas de trabajos y de peligros.
Es preciso que el ánimo esté libre de toda perturbación, tanto de la ambición y del miedo como de la tristeza y de la alegría desenfrenada. En resumen, la fortaleza debe ejercerse siempre en virtud de una mente serena y tranquila.
Cómo practicar la fortaleza
Antes de todo, tenemos que ser conscientes de que la antigua Roma gozaba de una cultura diferente de la nuestra. El sentido de vivir romano requería un nivel de autoexigencia elevado: cumplir cargos honoríficos, combatir en guerras contra bárbaros… La sociedad romana destacaba al contar con una forma de vivir muy activa.
Ahora bien, las cosas han cambiado mucho en nuestro tiempo. Como decía Séneca en la introducción de este artículo, nosotros no deseamos ni nos obligamos a soportar peligros, sino que deseamos soportarlos con fortaleza cuando estén presentes. Por ello, con el tiempo que consideremos necesario, debemos evitar la huida, pero mantener nuestro temperamento al mismo tiempo.
Puesto que la fortaleza puede exponerse bajo cualquier circunstancia, enumero un listado de situaciones que nos inducen a alterar nuestro ánimo y percibir peligro:
– Anuncian en las noticias la llegada de una pandemia.
– Estallido de una Tercera Guerra Mundial.
– 2021: la mayor crisis económica de la Edad Contemporánea.
– Diagnóstico de una enfermedad terminal.
– Accidente que causa paraplejia.
– …
Cualquier cosa que suscite miedo o peligro es válida. La cuestión es visualizar estas situaciones y, durante su visualización, pensar cómo reaccionamos con fortaleza sin olvidarnos de los demás, ya que también actuaremos por el bien común tras lo aprendido ante el peligro que nos imaginemos.
Allí está la fortaleza, de la cual son ramas la paciencia, la firmeza y la tolerancia.
LAS TRES VIRTUDES RESTANTES
La sabiduría. Primera virtud estoica.
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