En la antigua Roma, cuando un hombre ilustre y adinerado organizaba sus banquetes, invitaba a numerosos comensales y dedicaban la velada a narrar historias, recitar versos de ingentes poetas reconocidos… Sería lo mismo que cuando nosotros, en una velada, cantamos en un karaoke o lo hacemos todos juntos mientras otros tocan la guitarra y dan palmadas.
¿Para qué hablo de esta costumbre? Para que prestes atención a la siguiente anécdota que nos narra Séneca en una de sus Cartas a Lucilio:
Calvisio Sabino, en nuestra época, fue un hombre rico; poseía tanto el patrimonio de un liberto como su carácter: jamás he visto riqueza más indigna. Era tan mala su memoria que se le olvidaba o el nombre de Ulises o el de Aquiles o el de Príamo, héroes que él conocía con la misma perfección con que nosotros reconocemos a nuestros maestros. [Aun así], quería pasar por erudito.
De esta forma, discurrió sobre este procedimiento expeditivo: con gran desembolso compró esclavos; uno que supiese de memoria a Homero, otro a Hesíodo, además asignó a otro a cada uno de los nueve líricos[1]. […] Tenía a sus pies a estos esclavos, a los cuales pedía sin cesar que le sugiriesen versos para repetirlos.
¿Qué nos quiere decir Séneca con esta historia? Este hombre riquísimo tenía el deber de «cumplir» con esta costumbre, pero no podía a causa de su escasa memoria. En lugar de practicarla, con su elevada cantidad de dinero compró a esclavos para que fuesen ellos quienes recitasen poemas mientras él celebraba un banquete.
Aunque se trate de un caso de poca importancia, refleja muy bien una mala costumbre que tenemos en la actualidad: dejar que sean otras personas quienes se hagan cargo de nuestros problemas. Es decir, renunciamos a responsabilizarnos de lo que nos incumbe y, en consecuencia, culpamos a los demás si no hallamos alguna solución.
Sin embargo, Séneca nos lo deja muy claro:
Solo la virtud proporciona el gozo perenne y seguro. Aunque se presente algún obstáculo, este se interpone a la manera de las nubes que se mueven en las capas bajas y no impiden ver la claridad [del cielo]. ¿Cuándo conseguirás alcanzar este gozo? Cierto que hasta ahora no estamos con tiempo libre, pero hay que darse prisa. La tarea no admite sustituto.
La sabiduría ni se presta, ni se compra; y pienso que si estuviera en venta no tendría comprador; por el contrario, la insensatez se compra diariamente.
Cuando renunciamos a responsabilizarnos de nuestras tareas, en su lugar, dedicamos nuestro tiempo a necedades. Dicho a la manera de Séneca, «compramos la insensatez» gastando nuestro tiempo en acciones superfluas y necias, cuando debemos dedicar nuestro tiempo a enmendar nuestros defectos y heridas. Numerosas virtudes, como tener una buena salud, disponer de la fortaleza necesaria para enfrentarnos a miedos y a adversidades o actuar con justicia y prudencia, solo cuentan con un único responsable: nosotros mismos. Si bien podemos recibir apoyo familiar y profesional —médicos, psicólogos, maestros, mentores…—, somos nosotros quienes deben dar el paso para aproximarnos a vivir de forma más lúcida y serena. Nuestra vida es el principal objetivo que está bajo nuestro control.
a) Padecemos una enfermedad: nuestro médico nos dará consejos e incluso nos recetará medicación, pero nosotros nos responsabilizamos de cuidarnos en la alimentación y la actividad física.
b) Sufrimos una herida del pasado o un trauma: contamos con psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas, pero nosotros nos responsabilizamos de abrir nuestra mentalidad para reconocer la herida y curarnos.
c) Tenemos poco dinero: es cierto que los impuestos suben, los precios también, los salarios son deplorables, pero nosotros nos responsabilizamos de gestionar nuestros gastos y ser sensatos a la hora de invertir el dinero.
Como ves, si rechazamos a nuestro control, dejamos que los demás sean los responsables de nuestras inquietudes y de solucionarlas. Ese es el camino erróneo. Aunque existan muchas circunstancias que dificultan el deber de corregirnos, de una forma u otra tenemos un cierto control de la situación. Y debemos ejercitarlo.
Por ello, a partir de ahora anotarás una lista de cosas que consideras relevantes de corregir y escribirás qué medidas corresponden a tu responsabilidad. Después de ello, escribirás de qué recursos dispones o puedes disponer —como recurrir a un profesional, pedir consejo a alguien…—. Y, en último lugar, diseñarás una organización para que adquieras hábitos que aporten a tu corrección.
Recuerda, la sabiduría ni se presta, ni se compra.
[1] Séneca enumera aquí a los grandes poetas griegos que abrieron paso a la literatura griega: en la poesía épica, Homero y Hesíodo; en la lírica, Alcmán, Alceo, Estesícoro, Anacreonte, Simónides, Íbico, Baquílides, Píndaro y la poetisa Safo.
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