Reconozcámoslo: vivimos con muchos beneficios y placeres que podemos obtener sin apenas movernos. Por ejemplo, conseguir ese móvil que tanto deseo con un solo clic en Amazon. O ante cualquier dificultad que me presente la vida, disponer de ayuda profesional. O poder regocijarme en casa y resistir el frío invernal mientras busco empleo en Infojobs. O disfrutar de una tarde de cine en casa con la calefacción después de una semana dura de trabajo. De hecho, algunas noches antes de acostarme me paro a pensar en todas las cosas que hacen sentirme privilegiado. Y la respuesta es sí. Vivo rodeado de muchos privilegios.
El problema radica en que obviamos dichos privilegios cuando, en realidad, nos deben hacer sentir plenitud:
Todos somos ingratos, codiciosos, avaros, cobardes, ambiciosos e impíos. Llevamos la ingratitud hasta tal extremo que destruimos nuestra patria. No nos contentamos con lo vivido, sino que nos quejamos incluso en el momento de nuestra muerte. Todos olvidamos dar las gracias a todo lo que hemos recibido desde el origen del cosmos, todo lo que hemos recibido de nuestros antepasados, todo lo que hemos recibido de otros hombres coetáneos y, en su lugar, nos quejamos de haber vivido pocos años.
Séneca, Sobre los beneficios 5.17
La ingratitud conduce nuestra mente a la necesidad, es decir, a no sentir nunca satisfacción con lo que conseguimos o poseemos. Sin embargo, los estoicos también conocían maneras de paliar tal defecto. Aquí es donde se involucran lo que los estoicos denominan indiferencias.
A estas cosas que denominamos indiferencias o neutras —como las riquezas, la fuerza, la hermosura, los honores, el poder real, y a la inversa, como la muerte, el destierro, la mala salud, el dolor y todas las demás que nos asustan en mayor o menor grado— es la maldad o la virtud lo que les confiere el nombre de buenas o malas. Un pedazo de metal no es por sí mismo ni caliente ni frío: arrojado al horno se inflama, introducido en el agua se enfría. La muerte resulta honesta por la eficacia de aquello que es honesto, es decir, de la virtud y del alma que menosprecia los bienes externos.
Séneca. Cartas a Lucilio 82.14
En el pensamiento estoico todo se organiza en tres partes: el bien o lo bueno, el mal o lo malo y la indiferencia o lo indiferente. Del bien forma parte todo lo que es conforme a la naturaleza: virtudes, obras en beneficio del bien común… En el mal se encuentra lo opuesto a la naturaleza: vicios, guerras, daños… Así pues, entre el bien y el mal están las indiferencias ya que, como dice Séneca, el bien y el mal las determina.
Las indiferencias corresponden a todo aquello que, por su propia naturaleza, no es ningún bien ni ningún mal: dinero, salud, bienes materiales… Ahora, es posible que nos preguntemos cosas como estas: «¿por qué el dinero no es un mal? ¿Por qué la salud no es un bien? ¿No es un bien ganar el dinero tras arduas horas de trabajo? ¿No es un mal padecer una enfermedad?».
La muerte se cuenta entre aquellas cosas que, en verdad, no son malas, pero que tienen apariencia de mal.
Cartas a Lucilio 82.15
Aquí tenemos la respuesta. Las indiferencias no son buenas ni malas, sino que tienen apariencia de bien o de mal. Y, de acuerdo con los estoicos, poseemos en nuestro mundo muchísimas indiferencias que, sin darnos cuenta, consideramos puros bienes. Imaginemos la cantidad ingente de desgracias y de efemérides que han sucedido en el mundo a causa de riquezas, poder… e incluso a causa del conocimiento. Hasta el mismo conocimiento puede considerarse una indiferencia que, según es empujada por el bien o por el mal, sus resultados son elogiosos o catastróficos. Y esto choca con la máxima estoica que sostiene la sabiduría como bien exclusivo del ser humano.
Sin embargo, comprendamos bien la definición. La sabiduría estoica no es conocer, no es poseer grandes conocimientos. Esta sabiduría es la capacidad del hombre de actuar conforme a su propia naturaleza, es decir, conforme a sus virtudes. Por ello, Séneca decía que incluso un analfabeto puede ser sabio[1].
Precisamente, esta sabiduría es el motor que potencia nuestra vida plena porque, gracias a ella, sabremos qué indiferencias preferir, cuáles rechazar y, sobre todo, cómo gestionarlas.
[Este es el verdadero placer]: procurar la carencia de toda inquietud; de aquella inquietud, digo, que despierta la ambición de los hombres en guerra los unos contra los otros y de aquella también, intolerable, que nos viene de lo alto, cuando de los dioses creemos lo que nos dicen los rumores, cuando los juzgamos por nuestros propios vicios. De este placer, siempre igual, exento de miedo, jamás hastiado de sí mismo, goza el sabio cuyo retrato vamos trazando; quien, por decirlo así, docto en las leyes divinas disfruta de lo presente, y no se inquieta de lo por venir.
Sobre los beneficios 7.2
De este modo, querido estoico, querida estoica, te animo a escribir un comentario con una lista de las indiferencias que consideras presentes en ti. También pueden ser supuestas en un futuro. Como mejor te parezca, ya sean indiferencias preferibles o indiferencias no preferibles, así como también la manera de la que te dispones a gestionarlas. Por ejemplo, comienzo yo.
1. Buena salud (indiferencia preferible presente). Aunque sea consciente de que me puede pasar cualquier cosa sin desearlo ni poder evitarlo, al menos, mantendré mi buena salud con hábitos saludables como una buena alimentación y deporte. Cada día agradeceré disponer de buena salud.
2. Fondos económicos bajos (indiferencia no preferible supuesta). A causa de no tener mucho dinero, gestionaré mi desagrado aprovechando esta ocasión para aprender a manejar mi cuenta corriente y conseguir buenos ahorros. Me centraré en qué necesito y qué no, evitando así gastos innecesarios y contando solo con lo imprescindible. Cada día agradeceré los bienes que me permiten seguir resistiendo ante esta indiferencia no preferible.
Si actuamos rectamente ante las indiferencias, estoy seguro de que podemos conseguir una mejora en nuestra calidad de vida. Para ello, junto con la enumeración de nuestras indiferencias, recordemos siempre lo siguiente:
No hay nada más bello en la vida humana que dos cosas que, además, corrompemos: el hombre agradecido y el beneficio.
Sobre los beneficios 3.7
[1] Esta sabiduría no es la que corresponde al término latino sapientia, sino prudentia. La prudentia es la sabiduría que expresan los estoicos.
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