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La «inutilidad» de los hacks: Carta 94 de Séneca

24 octubre 2021 by Daniel Arenas Deja un comentario

«Levántate a las cinco de la mañana». «Medita tres veces al día». «Bebe mucha agua». «Deja el móvil dos horas antes de dormir». En Youtube, en Redes Sociales, en libros, nuestros médicos, nuestros nutricionistas o endocrinos… De muchas maneras podemos obtener hacks o consejos para, a priori, solucionar conflictos que encontramos en nuestra vida diaria. Sin embargo, ¿funcionan estos hacks? Aunque en el título de este artículo haya recurrido a la palabra «inutilidad», los hacks o consejos no es que no funcionen. La cuestión es que, según las circunstancias, pueden no funcionar.

En este artículo pretendo tratar un asunto que me recuerda mucho a una frase presente en la conocida canción Gimme Tha Power de Molotov: «Hay que arrancar el problema de raíz». Esta frase resume todo el contenido de una de las cartas más extensas de Séneca: la epístola 94.

En esta carta Séneca explica con precisión la relación existente entre los consejos o amonestaciones, denominados praeceptum (en plural praecepta), y los principios filosóficos, denominados decretum (en plural decreta). Los preceptos morales o praecepta son consejos que atienden a una cuestión en particular. A diferencia de ello, los principios o decreta son principios filosóficos generales/universales en los que han de basarse los preceptos. Séneca nos indica un ejemplo:

Así como el que aprende a disparar busca un blanco determinado y adapta su mano para dirigir los dardos y, cuando luego consigue tal destreza por la técnica y el ejercicio, la emplea para cualquier objetivo deseado, del mismo modo el que se ha preparado para la totalidad de la vida no necesita consejos particulares porque está adoctrinado para todo. En efecto, no sabe cómo vivir con la esposa o los hijos, sino cómo vivir bien (decretum), donde se incluye cómo vivir con la esposa y con los hijos (praeceptum).

Todos los consejos que podemos recibir en la vida parten de una base común o general, de forma que los consejos dependen de una cuestión mayor. Sin embargo, ¿qué sucede si esa base es la que se encuentra distorsionada? ¿Qué acontece cuando el problema que vivimos no puede solucionarse con hacks, sino que debe solventarse desde sus raíces? En este contexto, los hacks no sirven de mucho, sino que hemos de solucionar las primeras causas para que tengan alguna utilidad.

Algunos solo han aceptado de la filosofía aquella parte que enseña los preceptos propios de cada cual y no procura al hombre una formación general. […] Cuando un objeto puesto sobre los ojos entorpece la visión hay que quitarlo. Mientras el obstáculo esté allí metido, pierde el tiempo quien ordena: «caminarás de este modo, alargarás la mano en aquella dirección». De la misma manera, cuando alguna cosa nubla nuestro espíritu y le impide discernir la jerarquía de los deberes, nada se consigue con dar órdenes. De nada aprovechan los preceptos en tanto que el error tiene ofuscada la mente; si el error se elimina, aparecerán claras las obligaciones que impone cada deber.

A la hora de informarnos sobre hacks relativos a la salud, antes debemos saber —y solucionar— qué nos causa una mala salud. Si son consejos económicos, debemos preguntarnos por qué derrochamos dinero. Si queremos mejorar nuestro estado de ánimo, ¿acaso no nos hemos planteado recurrir a terapia para tratar un trauma o un problema que sobrevive en nuestro inconsciente? Si debo cumplir los consejos básicos de mi endocrino, ¿sé si mi problema se fundamenta en meros malos hábitos o se ubica en una causa mayor? Los consejos no significan nada si la verdadera causa sigue vigente:

De la otra manera enseñas al enfermo lo que debe hacer un hombre sano, pero no le devuelves la salud; enseñas al pobre a comportarse como rico, pero permanece en la pobreza; muestras al hambriento qué debe hacer como si estuviera saciado: mejor quítale el hambre que tiene metida hasta la médula. Lo mismo te digo sobre los vicios: hay que extirparlos y no enseñar lo que no se puede hacer mientras ellos permanezcan. Si no eliminamos las opiniones falsas que nos aquejan, ni el avaro aprenderá cómo debe emplear el dinero ni el cobarde cómo despreciar el peligro.

Séneca escribió esta carta porque en la Roma imperial sucedía lo mismo. Debido a la opinión común, en lugar de seguir los verdaderos decretos o principios de la doctrina estoica, la felicidad se confundía con el placer, de forma que toda la sociedad asociaba una vida feliz a todo lo externo: dinero, fama, alimentación suntuosa, apariencia… En suma, los vicios. Cuanto más cultivaban el vicio, más difícil les suponía extirparlo.

Los principios, no los preceptos o consejos, nos dan a conocer la diferencia entre virtudes y vicios, entre lo bueno y lo malo, entre lo justo y lo injusto, entre lo beneficioso y lo nocivo. Ahora bien, como estos binomios se cimentan bajo principios filosóficos y no bajo la opinión común, tales diferencias entre unas cosas y otras poseen un significado natural. No sabemos qué es justo porque lo opine la sociedad, sino que sabemos qué es justo por su naturaleza. En eso consisten los principios, en identificar cómo es la realidad tal cual es, sin falacias que nos causen confusión.

Cuando, con tales principios, induzcas al hombre a considerar su condición y conozca que no es feliz la vida que se conforma con el placer, sino la que se conforma con la naturaleza; cuando se enamore de la virtud como único bien del hombre, evite el vicio como único mal y valore lo demás como indiferencias, no tendrá necesidad de ningún guía.

Absorbidos los verdaderos principios, todo ser humano pasa a ser autodidacta. En esta carta cobra mucho protagonismo, a modo de comparación, la medicina: un médico, antes de dar consejos, debe generar los remedios que curen o, al menos, palien al máximo el mal existente. De la misma forma funciona la filosofía: debe ofrecer los principios esenciales que determinen qué es bueno y qué es malo para nosotros y para el mundo. Dicha observación puede extrapolarse y aplicarse a cualquier aspecto de la vida: todo requiere un análisis que nos haga descubrir la verdadera causa de los problemas y su solución. Sin este análisis, de nada sirven los hacks.

Acerca de Daniel Arenas

Daniel estudió Filología clásica y se especializó como latinista. A raíz de sus estudios, es experto en los textos del pensador estoico Séneca. Gracias a su amplio conocimiento de la lengua latina, no solo interpreta el contenido de las obras senecanas, sino que también es capaz de analizar sus palabras con el fin de abrir puertas a posibles reinterpretaciones de los textos y de la vida del autor. En la actualidad, desarrolla su tesis doctoral en la Universidad de Zaragoza sobre un estudio lexicológico de las obras del filósofo cordobés.

Junto con su recorrido académico, ha continuado formándose mediante la lectura de ensayos y tratados filosóficos, libros de crecimiento personal de ilustres escritores y escritoras y su propia experiencia personal. Su filosofía de vida se basa en una mejora constante integral que toma el estoicismo como doctrina axial.

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