Introducción
En una de sus más extensas cartas, la carta 94, Séneca recuerda el capítulo donde el maestro estoico Aristón habla sobre la justicia. Cuando recuerda dicho capítulo, dice a Lucilio:
«Así debes tratar al amigo, así al conciudadano, así al compañero». «¿Por qué?» «Porque es justo». Todo esto me lo enseña el capítulo que trata de la justicia. En ese capítulo descubro que la igualdad es deseable por sí misma, que ni el miedo nos fuerza, ni la recompensa nos impulsa a ella, que no es justo el hombre al que en esta virtud le agrade algo que no sea ella misma.
Un fragmento muy interesante, aunque requiere más explicación. Vamos.
La iustitia o justicia
Ya sabemos que la prudentia o sabiduría consiste en una virtud un poco separada del resto. La sabiduría se encuentra en el plano más filosófico, consistente en conocer la verdad con el fin de aplicar con acierto el resto de las virtudes. de este modo, las demás virtudes se centran en el plano práctico. Así nos describe Cicerón la justicia en Sobre los deberes:
Entre las otras tres especies de lo honesto es de uso más general la que mantiene unida la sociedad de los hombres como en comunidad de vida. Tiene dos partes: la justicia, que es la más espléndida de todas las virtudes por la cual se constituyen los hombres de bien, y a ella se une la beneficencia, que puede llamarse también bondad y generosidad.
La justicia no se relaciona, al menos en su significado más primitivo, con las leyes, sino que la justicia equivale a una virtud centrada en favorecer la vida comunitaria. La justicia se fundamenta en la construcción de una sociedad equitativa y armónica.
Como dice muy bien Platón, no nacemos únicamente para nosotros, sino que parte de nuestro nacimiento lo exige la patria, parte los amigos; y, como según place a los estoicos, todos los productos de la tierra han sido creados para el uso de los hombres y los hombres han nacido los unos para los otros a fin de ayudarse recíprocamente. En este sentido, debemos seguir a la naturaleza como guía, poniendo en común lo que puede ser útil a todos con el intercambio de servicios, dando y recibiendo.
Como vemos, esta virtud denominada justicia parte de una perspectiva determinista y de ninguna manera se basa meramente en la jurisprudencia. Por ello, las dos obligaciones que corresponden a actuar de forma justa son estas:
La primera obligación que impone la justicia es no causar daño a nadie, si no es injustamente provocado; la segunda obligación, usar los bienes comunes como comunes y los bienes privados como propios.
Como hemos visto, actuar de forma justa se basa en no causar daño injustificado —por ejemplo, no es lo mismo hacer daño a alguien por deseo (acción injusta) que hacer daño a alguien como defensa personal ante otra agresión (acción justa)—. Asimismo, no ayudar a alguien que es injuriado también equivale a una acción injusta:
Quien injustamente se lanza a ofender a otro, incitado por la ira o por cualquier otra perturbación, obra como quien pone su mano sobre un compañero y, quien pudiendo no lo defiende, ni impide la ofensa, es tan culpable como si dejara indefensos a los padres, a los amigos o a la patria.
La segunda manera de obrar justamente consiste en usar cada cosa según su naturaleza: común o propia —por ejemplo, usar dinero común de los impuestos como propio (acción injusta)—.
Estas dos obligaciones resumen dicha virtud. Ahora bien, ¿qué hay de las leyes? Al estar acostumbrados a asociar la justicia con el concepto de ley, resulta algo extraño que Cicerón no presente ninguna relación con el derecho. En cambio, sí lo hace:
Algunas injusticias provienen también del engaño y de una interpretación demasiado sutil y maliciosa al propio tiempo del derecho. De forma que ya es corriente el proverbio: «la extrema justicia es injusticia extrema».
En otras palabras, también se considera injusticia interpretar de forma sutil y maliciosa cualquier ley con el fin de sacar provecho. Para dejar más clara dicha explicación, pone como ejemplo la anécdota de un rey de Esparta llamado Cleomenes, el cual, pactando una tregua de treinta días con sus enemigos argivos, dedicó ese tiempo de tregua a devastar sus campos por las noches, ya que en el pacto se había dicho treinta días y no treinta noches. En este caso, Cleomenes realiza una interpretación maliciosa del pacto a fin de beneficiarse causando daño al enemigo. Así pues, somos conscientes —o al menos este ejemplo nos hace serlo más ahora— de que toda ley que presenta una cierta ambigüedad interpretativa puede tener detrás una intención de lucro. Lo que pasa es que, como su redacción resulta ambigua y confusa, según como se interprete la ley, una acción como la del rey Cleomenes puede considerarse «legal». Sin embargo, dicha ley no cumple con las obligaciones de la justicia estoica —no causar daño injustificado—, ergo, tanto la acción como la ley… ¡son injustas!
Cómo practicar la justicia
Con la lectura de estas maravillosas palabras de Cicerón, te propongo que anotes cada noche en una libreta las acciones que has llevado a cabo durante el día. Forma dos columnas para enumerar qué acciones han sido justas y cuáles han sido injustas siguiendo el paradigma que plantea Cicerón. Da igual que hayan sido legales. Algunas serán justas y otras serán injustas. Día a día, ve comprobando cómo el número de acciones injustas va disminuyendo y aumentando el de acciones justas.
El fundamento de la justicia es la fidelidad, es decir, la sinceridad de las promesas y de los acuerdos y su pura observancia.
LAS TRES VIRTUDES RESTANTES
La sabiduría. Primera virtud estoica.
Gracias por compartir sobre el estoicismo
Buenos días Samuel,
¡Siempre es un placer!
Un caluroso saludo,
Equipo Eres Estoico
Gracias. Ayudas mucho a ser personas cada vez mejores..