Bien es cierto que el miedo surge de diversas causas. Sin embargo, la muerte nos aterra y mucho más en estos momentos de historias trágicas relativas a la pandemia. Cuando sentimos este miedo, intentamos alejar la muerte de nuestros pensamientos como sea posible.
Ahora bien, ¿por qué nos aterra la muerte? ¿Acaso la muerte es aterradora por sí misma? ¿O todo el malestar reside en este miedo que nos invade? A raíz de la cultura occidental y su recepción de la tradición judeocristiana, este concepto conquista nuestro ánimo y nos debilita.
Cuando hablamos de la muerte, nos arrasan innumerables pensamientos: «¿qué pasará después?», «¿dónde voy después de morir?», «no puede ser en este momento», «todavía quedan cosas pendientes»… Visualizamos un suceso terrible que, a la vez, está lejos del presente, cuando lo verdadero es lo contrario. La muerte de ninguna manera es horripilante y se encuentra más cerca de lo que podemos llegar a creer. Este miedo, por tanto, se origina al distorsionar nuestra realidad y la interpretación de la muerte.
Créeme, Lucilio, tan poco hemos de temer a la muerte que, gracias a ella, nada debemos temer. Ante todo acuérdate de suprimir la confusión en las cosas y calar en la esencia de toda cuestión: descubrirás que en ellas nada hay terrible excepto el temor que inspiran. Lo que ves que acontece a los niños, eso mismo nos acontece a nosotros, niños mayorcitos: ellos, a las personas que aman, si las ven enmascaradas, se asustan. No solo a hombres, sino a los objetos que hay que quitar la máscara y devolverles su propio rostro.
Séneca.
Para los estoicos, la muerte posee un punto en común con la vida con el que podemos quitar su máscara: la vida y la muerte constituyen la condición natural humana. Lo podemos describir con diferentes palabras. Por ejemplo, conforme vivimos, morimos. O bien, lo que nace, muere. O bien, al igual que vivimos, morimos. Principio y fin. Alfa y omega.
Los estoicos eran muy sabios con respecto a este concepto y argumentaban que aprender a vivir también es aprender a morir:
No puede caber en suerte una vida tranquila a nadie que piense demasiado en prolongarla. La mayoría fluctúa miserablemente entre el miedo a la muerte y las penas de la vida, y no quiere vivir, pero no sabe morir. Desde que naciste eres llevado a la muerte. Morimos cada día; cada día, en efecto, se nos arrebata una parte de la vida y aún en su mismo período de crecimiento decrece la vida. Perdimos la infancia, luego la puericia, después la adolescencia. Todo el tiempo que ha transcurrido ayer, se nos fue; este mismo día, en que vivimos, lo repartimos con la muerte.
Séneca.
La muerte es un acontecimiento natural del ser humano, ya que es un ser mortal. Sin embargo, muchas personas echamos a perder momentos de nuestra vida por el miedo psicológico que construimos nosotros mismos. El miedo a la muerte desperdicia nuestra vida y, por mucho miedo que sintamos, la muerte no se detiene:
Piensa que tanto el ladrón como el enemigo pueden clavar la espada en tu garganta; que, aun cuando no exista una instancia superior, todo siervo tiene sobre ti poder de vida y muerte. Esta es mi afirmación: cualquiera que desperdicia su vida es dueño de la tuya. Recuerda los ejemplos de quienes perecieron por insidias familiares, o por violencia o por dolo: descubrirás que la ira de los siervos no abatió menos gente que la ira de los reyes.
Séneca.
Somos capaces de elegir no solo cómo vivir, sino también cómo morir. Ahora bien, podemos elegirlo única y exclusivamente mediante acciones sobre aquello que está bajo nuestro control. Cuidarnos con una buena alimentación y una vida activa, aprender a gestionar nuestras emociones para fortalecer nuestro sistema inmune, enriquecernos paulatinamente con buenos hábitos… Sin embargo, aun así, nunca hemos de olvidar lo que dictan nuestros maestros estoicos: la muerte forma parte de nuestra condición humana. Y en esta condición también interviene la fortuna, otro concepto rico en la filosofía estoica.
En conclusión, imaginemos que la vida de cada persona es un reloj de arena. Cuando caiga el último grano, será nuestro momento. Sin embargo, no conocemos la cantidad de arena que poseen nuestros relojes. La solución, por tanto, es aprovechar al máximo las horas de cada día para crecer, mejorar y alcanzar nuestras metas. Los componentes de nuestra vida son nuestra obra de arte. Su belleza, su calidad y la admiración que hace sentir al espectador. De nada sirve una obra inacabada dedicando el tiempo solamente a echar arena en el reloj.
¿Qué hay tan ridículo como suspirar por la muerte, cuando te has hecho angustiosa la vida por miedo a la muerte?
Epicuro (recogido en las cartas de Séneca)
Me haré pobre: estaré entre la mayoría. Iré al destierro: pensaré haber nacido en el lugar al que se me envíe. Seré encadenado: ¿y qué? ¿acaso estoy ahora libre? La naturaleza me sujetó a esta carga pesada que es mi cuerpo. Moriré: es decir, abandonaré el riesgo de la enfermedad, el riesgo de la prisión, el riesgo de la muerte.
Séneca.
Who wants to live forever?
Freddie Mercury.
Cada día que vivimos, morimos. Reflexiona sobre qué necesitas para crear una vida digna, porque vivir dignamente es morir dignamente. Y nada hay más digno en el mundo que morir con dignidad. Esta es la auténtica inmortalidad.
Daniel Arenas.
Artículo escrito por Daniel Arenas, si quieres recibir sus inyecciónes estoicas INSCRÍBETE.
La verdad que da gusto tanto leer artículos como escuchar a mi hermano Daniel,a mi perdoname te me ha ayudado muchísimo, en mi vida personal como laboral.
Es un gran orgullo formar parte de su vida,.
La verdad que da gusto tanto leer artículos como escuchar a mi hermano Daniel,a mi personalmente, me ha ayudado muchísimo, en mi vida personal como laboral.
Es un gran orgullo formar parte de su vida,.