«¡Puedo ser feliz!».
«¡Quiero ser feliz!».
«¡Deseo ser feliz!».
«¡Soy y seré feliz!».
«Tengo una vida abundante».
«Repite estos mantras cada mañana y cada noche. Con ellos conseguirás todo lo que te propongas. Todo. To…do. Porque en eso consiste la felicidad: en conseguir tus sueños y hacerlos realidad».
Mantras, rituales y mensajes positivos que nos lavan el cerebro no para ser felices, sino para obligarnos a serlo. De hecho, ¿nos proponemos ser felices cuando ni siquiera sabemos en qué consiste la felicidad? Si lo deseas, te animo a parar de leer y responder a esta pregunta: «¿Qué es ser feliz?».
Así es amigo/a estoico/a. Este pasado viernes enviamos una newsletter que hablaba sobre la dictadura de la felicidad y del éxito que vivimos en la actualidad. En este caso, no me detengo a traducir de manera estoica algunas de las frases motivacionales que expuse. Hoy prefiero profundizar, como ya dije en la newsletter, en este concepto: en la felicidad.
Y, aunque profundice, iré directo al grano. La dictadura de la felicidad te empuja a la felicidad mediante mensajes vinculados a tus sueños: ser millonario, tener un cochazo, ligar con la persona más atractiva del planeta, tener un cuerpazo con el que parece que vas a vivir doscientos años… Cuidado. Estos sueños que te animan a conseguir gurús de diferente suerte son en realidad metas que puedes alcanzar. Sin duda. Pero estos sueños no equivalen a la felicidad, sino al placer. Son dos conceptos no opuestos, pero sí diferentes. Los estoicos saben explicarlo:
En el caso de que la virtud vaya a procurarnos placer, ella misma no lo procura, sino que, de propina, lo procura. El placer no es la recompensa ni la causa de la virtud, sino un complemento, y no es correcto porque complazca, sino que, si el placer es correcto, también complace.
Dicho de otra manera, la virtud nos dirige a la felicidad y, de propina, nos concede placer. Y, como este placer proviene de la virtud, este placer es correcto. Lo opuesto sería conseguir un placer por medio de artimañas o acciones deshonestas. En su tratado Sobre los deberes, Cicerón nos explica que lo honesto siempre es útil, pero lo útil no siempre es honesto.
En cambio, ¿qué sucede a la inversa? ¿Cuál es el resultado si perseguimos el placer como una manera de alcanzar la felicidad? Volvamos a Séneca:
¿Quién ignora que los más necios son los más colmados de vuestros placeres, y quién ignora que la maldad abunda en deleites, y que el espíritu mismo inspira variantes de placer depravadas e innumerables? Entre las principales, estas: la indolencia y la desmedida estima de sí mismo y el engreimiento alzado sobre los demás, y la afición ciega e imprudente a sus pertenencias, y la exaltación por motivos deleznables y pueriles, además, la mordacidad y la arrogancia que disfruta con las ofensas, la desidia y la disipación de un espíritu apático, enervado entre refinamientos, negligente consigo mismo. Todo esto lo deshace la virtud y sopesa los placeres antes de aceptarlos, y no aprecia mucho los que ha aprobado, pues de todos modos los acepta como superfluos. Tú acoges el placer, yo lo acogoto; tú disfrutas del placer, yo uso de él; tú lo consideras el bien supremo, yo ni siquiera un bien; tú por causa del placer haces todo, yo nada.
La felicidad es un resultado procedente de nuestras acciones virtuosas, pero el placer… el placer puede ser o bien un complemento de nuestra felicidad o bien un enemigo oculto que nos hipnotiza y nos condiciona a su antojo. Dopamina frente a serotonina.
En redes sociales, libros de motivación y crecimiento, frases positivas… muchas herramientas como estas pueden aumentar los niveles de dopamina, pero corremos el riesgo de confundir el placer con la felicidad. Séneca nos lo advierte de nuevo: Que dejen, entonces, de unir cosas inconciliables y de ligar el placer a la virtud, falacia mediante la que adulan a los más depravados. El que se ha volcado en los placeres, siempre eructando y borracho, como sabe que vive con placer, cree que con virtud también. Después, denomina sabiduría a sus vicios. Una vez dados al vicio, esconden sus desenfrenos bajo la capa de filosofía. Aquí pierden el único bien que tenían entre sus males, la vergüenza de obrar mal.
Y tan cierto. Actualmente, hemos perdido valores, virtudes, pudor, vergüenza… Vivimos en una sociedad en la que parece que todo está permitido. Hemos perdido uno de los bienes más elogiados no por los estoicos, sino por toda la sociedad romana en la Antigüedad: la dignidad.
Puesto que ya sabemos cómo definen los estoicos el placer, entonces, ¿qué es la felicidad? Vamos a basarnos en esta frase de Séneca:
Es poco para el desenfreno lo que para la naturaleza es suficiente.
En realidad, la felicidad es algo muy simple y, a su vez, suficiente. ¿Sabes qué es? La paz interior. Dicho de manera estoica, la tranquillitas. Es decir, la tranquilidad, lo que solemos traducir cuando decimos vivir con la conciencia tranquila. La suma tranquilidad, aunque suene algo espiritual, es más que real en la conciencia humana. Si vinculamos la felicidad únicamente al placer y a emociones positivas, el placer nos domina y, como dice Séneca, por su ausencia nos atormentamos y por su abundancia nos asfixiamos. Cuanto más y mayores son, tanto menor y esclavo de más es aquel a quien la gente considera dichoso.
¿Cómo conseguimos la paz interior? Hoy en día poseemos profesionales que nos pueden ayudar: psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas… Pero, en el caso de la visión estoica de la felicidad, el filósofo cordobés nos da unas pautas:
En la virtud está radicada la felicidad verdadera. ¿Qué te recomendará esta virtud? Que no estimes bueno o malo nada que no tenga relación con la virtud ni con la maldad; después, te recomendará que te mantengas inmutable tanto en contra del mal como en conformidad con el bien. Enormes ventajas e iguales a las de un dios: a nada te verás obligado, de nada pasarás necesidad, quedarás libre, protegido, indemne; nada intentarás en vano, nada te estará prohibido; todo irá conforme a tus deseos, nada odioso te ocurrirá, nada en contra de tu parecer y voluntad.
Parece un tanto utópico. Y de hecho lo es, porque la figura humana perfecta que definen los estoicos es una figura idealizada a la que perseguir. De este modo, ¿de qué sirve seguir los preceptos del estoicismo para ser felices? Mientras seguimos los patrones de nuestra sociedad y del marketing para ser esclavos de la moda (la dictadura de la felicidad que he mencionado), los preceptos estoicos hacen que rompamos poco a poco las cadenas que nos atan.
La cuestión es ser cada día más libre, al igual que ser cada día menos esclavo. Por ello, aléjate de los patrones sociales que definen la felicidad y aproxímate a la verdadera felicidad. Examínate a ti mismo/a, descubre no solo tus virtudes, sino también tus demonios, habla con ellos y construye con ellos una amistad indicándoles que tú tienes el mando en esta empresa que llamamos vida. Para llevar el timón, has de recurrir a cuatro armas: sabiduría, justicia, fortaleza y moderación.
Te apoyo para que hables contigo, te reúnas con tus fortalezas y debilidades y que entre vosotros construyáis un proyecto común: la tranquilidad.
Si conservamos con celo y sin miedo las dotes de nuestro cuerpo y las cualidades de nuestro temperamento, si las agradables al cuerpo y superfluas están para nosotros tal como en el mismo rango en que están en el campamento las tropas auxiliares y armadas a la ligera (es decir, están para obedecer, no para mandar), así por fin son útiles al alma[1].
[1] Todos los pasajes son extraídos del tratado de Séneca Sobre la vida feliz (o también tiene otros títulos como Sobre la vida dichosa; en latín, De vita beata). Es un libro corto y precioso, en el que cada palabra posee un valor abismal. Para mí, el verdadero manual para vivir tranquilamente.
Hola. Muchas gracias por este aporte. Un placer leerlo. Personalmente, tratar de ser estoico es una empresa diaria. Cada acto, decisión, compromiso, está enmarcado en los cuatro preceptos…y sinceramente, soy paradójicamente, una persona con una felicidad práctica enmarcada en una sensación de libertad.
Un abrazo desde Montevideo, Uruguay.
«Entonces, quien tenga conocimiento de las cosas buenas, sabrá cómo amarlas; pero alguien que no sea capaz de distinguir las cosas buenas de las malas, y las cosas indiferentes de ambas, ¿Cómo tendrá el poder de amar?»
EPICTETO, Disertaciones, II.22
Mariana, muchas gracias por tu reflexión, nos alegra que te haya sido de utilidad este artículo. 😄
Que hermoso análisis y acotados comentarios sobre la filosofía estoica. Desde ya empezaré con mi trabajo interno tomando lo mejor de tu análisis y las enseñanzas de Séneca.
Saludos
¡Gracias por tu comentario! Seamos cada día más estoicos y fortalezcamos las virtudes!