A la hora de actuar, los estoicos siempre daban un sentido a sus acciones: vivir conforme a la naturaleza. Por el contrario, rechazaban actuar conforme a la opinión común. Si bien no cabe duda de que las personas somos seres vivos sociales y, por tanto, nuestra vida exige habitar en un entorno colectivo, nuestra vida social presenta situaciones a las que debemos encontrarles un sentido. Pero ese sentido consta de dos matices esenciales: 1) solo nosotros conocemos el sentido de nuestras acciones; 2) el sentido de nuestras acciones, en ocasiones, es simple y no requiere buscar en lo más hondo. Veámoslo paso a paso.
1. Solo nosotros conocemos el sentido de nuestras acciones.
Acudamos a un ejemplo. Mañana celebramos el cumpleaños de un amigo. Cumple 30 y, puesto que además va a ser padre, ha decidido reservar la sala VIP de una de las mejores discotecas de la ciudad. La noche promete, pero, aunque deseemos pasarlo bien, a ti solo te apetece estar un par de horas y no beber alcohol.
En este contexto, pueden venir a nuestra mente —o incluso que alguien los diga de forma explícita— mensajes como estos: «eres un aburrido», «¿en este día tan especial te marchas ya a casa?», «¿en serio vas a beber agua? ¡Píllate un cubata!». Y otros mensajes de la misma índole. Esta situación me recuerda a lo que dice Séneca:
La naturaleza ambiciona poco, la opinión no tiene medida. Que se acumule en ti todo lo que muchos ricos han poseído, que te eleve la suerte a una riqueza desmedida, que te cubra el oro… No aprenderás sino a codiciar bienes mayores que estos. Los deseos de la naturaleza son limitados, los que nacen de la falsa opinión no saben dónde terminar.
Desde luego, él lo ajusta a lo que vivía en su tiempo, pero la esencia de sus palabras es la misma. En ocasiones hacemos cosas por aparentar en nuestra sociedad, no porque de verdad lo deseemos. Si en nuestra sociedad beber agua en una discoteca es de ser un pringado o si no querer salir de fiesta es de ser un aburrido, a veces lo hacemos con la intención de agradar a los demás. Y el principal fallo en estas acciones es que cada vez necesitaremos encontrar más situaciones en las que agradar, porque los deseos que nacen de la falsa opinión no saben dónde terminar. Cuanto más pretendemos agradar, más necesitamos cumplir con ello.
2. El sentido de nuestras acciones, en ocasiones, es simple.
Todas nuestras acciones tienen un sentido. Si nos alimentamos de forma sana es porque queremos poseer un buen sistema inmunológico. Si hacemos ejercicio es porque queremos tener un cuerpo sano y atractivo. Si estudiamos es porque queremos aprender y, de ser posible, trabajar de ello que estudiamos. Pero, a veces, parece que necesitamos justificar todas las cosas, cuando en realidad algunas de nuestras acciones tienen un simple motivo: porque esos son mis principios.
Ahora lo explicaremos tras leer este pasaje de Séneca:
Alguien objetará: «¿De qué sirve la filosofía, si existe el destino?, ¿de qué me sirve, si un ser divino es quien gobierna?, ¿de qué me sirve, si predomina la suerte? Porque lo que está decidido no puede cambiarse y nada puede precaverse frente a lo incierto, sino que la suerte nada deja a mi decisión». Sea lo que sea de estas cuestiones, Lucilio, incluso aunque todas fuesen verdaderas, hay que cultivar la filosofía, porque ella nos enseñará a obrar de buen grado y a soportar el azar.
En esta carta, Séneca indica que trabajar la filosofía es una acción vital para el ser humano y, para defenderla, visualiza que alguien esté en contra de él y su argumento sea este: «para qué sirve la filosofía si, aunque la trabaje, mi destino depende de la suerte». Entonces, Séneca responde: «aunque el destino de todos dependa de la suerte, debemos cultivar la filosofía». Aunque podamos encontrar diferentes sentidos (la filosofía nos enseña a pensar, nos hace cuestionar las cosas que vemos en el mundo, nos enseña a comparar diferentes formas de pensar, etc.), uno es el que Séneca ve en ello: porque es lo correcto. Punto.
En algunas acciones debemos aplicar el mismo sentido: las hacemos porque son las acciones correctas, tanto por mi bien como por el bien de los demás. Si estudio, aunque luego trabaje de algo muy distinto, lo hago porque es lo correcto (aunque luego haya otras ventajas). Si no bebo alcohol, es porque no me gusta. ¿Quieres saber por qué hago unas cosas y no hago otras? Porque lo que hago y no hago definen mis valores. Y alguien que actúa no por sus valores, sino por la opinión de la sociedad, carece de valor.
Por el mandato social, he tenido q mentir por las cosas que hago, también para no alejarme mas del mundo, y aislarme de la sociedad…